Una palabra que usamos mucho aunque no sabemos muy bien qué significa. ¿Es eso un problema?
Felicidad: qué palabra tan bonita. ¿Te has preguntado alguna vez de dónde proviene? ¿Te has preguntado alguna vez qué significa para ti? ¿Te has preguntado por qué todos la buscamos? En estas líneas quizá descubras tus propias respuestas para empezar a descubrir cómo tú eres feliz.
El concepto de la felicidad
Desde la fundación de la civilización hasta el día de hoy, muchas personas han reflexionado acerca de este constructo que llamamos felicidad, por lo que, tal y como muy acertadamente escribe Elsa Punset en Felices, el estudio de la felicidad “más que descubrimiento, es un reencuentro” con las reflexiones y conclusiones de otros humanos antes que nosotros.
Otros humanos que fueron y son pensadores, exploradores de diferentes culturas, artistas, poetas, neurocientíficos que estudian el cerebro, filósofos que “aman el saber”, sociólogos que analizan la sociedad, antropólogos que comparan culturas, psicólogos que, en su “estudio de la mente”, intentan deshilachar la telaraña mental que es el logos o el conocimiento acerca de la felicidad humana.
Su origen etimológico, por lo tanto, también depende de la civilización que se observe. Por un lado, se la relaciona con la raíz griega Eudaimonia (eudaimonía) que significa literalmente “buena fortuna”.
Si descomponemos la palabra en sus dos elementos: eu, que significa “bien”, y dáimonos que significa “divinidad”, la clave de la felicidad la ubicaron los griegos en aquél que lleva un buen espíritu, o que tiene buen ánimo.
Lo mismo sucede en los países anglosajones apelando al concepto de “suerte favorable”, como en el significado de Happiness, que proviene de Happen: suceder por casualidad. O podemos comprenderlo también en alemán, Glück, de Gelingen, que literalmente significa “tener buen éxito”; fijémonos pues que en inglés Luck (o Good luck) equivale al vocablo germano Glück ¿Interesante, verdad?
La faceta mental de la persona feliz
Desde un punto de vista cognitivo, la felicidad puede describirse como una serie de pensamientos sobre nuestras emociones que nos producen un bienestar interior, profundo y duradero. La misma definición de la Real Academia Española (RAE), podríamos pensar, confirma lo mencionado anteriormente:
- Felicidad; del lat. felicitas, -atis. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a ser feliz. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos.
- En la actualidad, esto ha generado una confusión recurrente entre los términos eudaimonía y hedonismo (hedoné-ἡδονή), ya que, tal y como promulga la psicología positiva, la finalidad de la vida humana es la felicidad, a veces entendida –erróneamente- como placer, (Cfr Bueno, 2005; Lozano et al., 2016) en Colmenarejo Fernández, R. (2017). Y digo erróneamente porque el placer no es igual a felicidad, sino que el placer por definición debe quedar siempre relegado a una parte de nuestra felicidad completa. Desarrollaré esta idea en mi próximo artículo.
Y es que quizá la finalidad de la vida humana no sea vivir felices, sino tan solo vivir. ¿No sería más adecuado entender el placer como un medio y no como un fin?. La diferencia es pues, que mientras el hedonismo se centra en el placer inmediato, que actualmente podríamos llamar alegría, la eudaimonía es la plenitud constante de vivir la vida, que actualmente podríamos llamar felicidad.
La felicidad es un tema sobre el que todo el mundo opina pero poca gente estudia. Aunque quizá nunca nos pongamos de acuerdo acerca de la definición exacta de felicidad, esta es más bien una de esas cosas que no sabes definir, pero que cuando la ves sabes lo que es. Y la realidad es que cada individuo, según la cultura en la que se encuentra irremediablemente inmerso, y sus experiencias personales, conforma a lo largo de su vida un concepto sobre su propia felicidad.
Durante mi investigación sobre el tema, me he ido dando cuenta de que la búsqueda de la felicidad es algo muy relevante en nuestra sociedad actual, ya que implica a muchas personas, y la mayoría de los seres humanos queremos ser felices.
En el momento de escribir estas líneas, dispongo de una muestra de 275 personas de edades comprendidas entre los 7 y los 108 años. Con un 66% de mujeres y un 34% hombres, la gran mayoría de nacionalidad española. El 50% vive en zona urbana y un 50% vive en zona rural. La ocupación actual es estudiar o trabajar, o ambas.
La primera pregunta que planteo a alguien que quiere conocer cómo es feliz es: ¿Cómo estás?
En general, la mayoría de personas dice estar “bien”. Vale, la gente está bien, pero estar bien no significa necesariamente ser feliz. Y los resultados muestran que 9 de cada 10 personas te dirán que buscan ser felices. La persona restante también lo piensa, pero no te lo dirá.
Pero, ¿qué es la felicidad? Fernández-Berrocal ya escribió en su artículo que “el intento de responder a esta pregunta puede parecer pretencioso y es natural que el lector lo piense, porque incluso al que formula la pregunta le tiembla la mano mientras lo escribe”. Creo que a mi me está pasando lo mismo.
Pero eso no me preocupa, ni tampoco debería preocuparte a ti. Porque lo que yo propongo (y quizá esta sea la clave para el necesario cambio de paradigma) es preguntarnos cómo las personas somos felices, en vez de preguntarnos una y otra vez qué es la felicidad. De esta forma, tan solo cambiando un qué pasivo por un cómo proactivo, pasaremos a entender la felicidad como una decisión personal y no como un objeto que pueda -o deba- ser alcanzado.
El mensaje es claro: el estudio de la felicidad y todo lo que ello conlleva es un tema de suma importancia para la especie humana. Si vivimos felices, vivimos más y mejor. Al final, de lo que sí te darás cuenta es de que, aunque la reflexión sobre la felicidad queda a manos de unos pocos, la búsqueda de la felicidad es universal.
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