El síndrome de burnout -del que deriva la expresión “estar quemado”- es considerado un trastorno que afecta a nivel emocional y psicológico a una parte importante de trabajadores que viven en un estado de estrés y ansiedad.
La sintomatología que produce se potencia en su conjunto y ocasiona que el cuadro vaya empeorando de manera gradual. Se manifiesta cuando el grado de ansiedad es muy elevado y no se limita a situaciones específicas o a determinados periodos de tiempo, sino que esta situación persiste y puede llegar a naturalizarse, como una parte del trabajo, hecho que puede repercutir enormemente en la vida laboral y personal del sujeto, afectando además en la economía y salud pública de los países más afectados.
Sintomatología e implicaciones
La OMS caracteriza de esta manera el agotamiento : “Sentimientos de agotamiento o agotamiento de la energía; aumento de la distancia mental del trabajo, o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con el trabajo; y reducción de la eficacia profesional“. Además, “El síndrome de burnout se circunscribe al entorno laboral y no debe de servir para describir situaciones de estrés en otras áreas de la vida“, señaló el organismo. Asimismo, destacó los tres síntomas que permiten identificar el trastorno:
- Agotamiento extremo.
- Sentimientos de negativismo, cínicos o distanciamiento del trabajo.
- Importante disminución de la eficacia laboral.
La OMS sugiere que este agotamiento sucede cuando las exigencias de un trabajo superan ampliamente las recompensas, el reconocimiento laboral y los tiempos para poder relajarse.
Algunas investigaciones han evidenciado que un agotamiento a nivel profundo y la negatividad asociada, pueden modificar el cerebro de un trabajador, dificultando su capacidad para enfrentar situaciones estresantes en el futuro.
Incluso se ha visto que en estudios de neuroimagen guardan similitudes entre los cerebros de los que han sufrido traumas en la vida temprana y aquellos adultos afectados por agotamiento extremo.
Otros estudios han relacionado el agotamiento en el lugar de trabajo con varios efectos físicos, como un factor de riesgo significativo para la enfermedad coronaria, elevación de los valores de colesterolemia, aumento de casos de diabetes tipo 2 , hospitalización por trastornos cardiovasculares, dolor musculoesquelético, fatiga prolongada, cefaleas, problemas gastrointestinales, problemas respiratorios, lesiones graves e incluso mortalidad antes de los 45 años.
Los efectos psicológicos del agotamiento incluyen trastornos depresivos, insomnio, depresión, el uso de medicamentos psicotrópicos y antidepresivos e incluso hospitalización por trastornos mentales.
Los parámetros de agotamiento deben ser bien establecidos para ser correctamente diagnosticado, por lo que esta nueva clasificación internacional podría mejorar considerablemente el diagnóstico y el tratamiento, que reviste especial importancia dado su incremento a escala mundial, más aún, al considerar que este síndrome ha aumentado de manera alarmante en algunas profesiones.
Su diagnóstico implicará licencia médica para el afectado, para ser posteriormente reevaluado con periodicidad- según determinen los médicos tratantes- hasta que se recupere o se determine su cambio de funciones dentro de un ambiente laboral o empresa.
A quienes afecta
Aquellos trabajadores pertenecientes a profesiones relacionadas con la asistencia y que propician un contacto directo con la gente son los más afectados por este tipo de síndrome, según indicaron diversos estudios realizados por el Departamento de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Estos trabajos se relacionan más estrechamente con la asistencia a terceros, centrada en dar ayuda y suplir necesidades ajenas, como por ejemplo profesores, policías, periodistas, personal de la Administración Pública y de los Servicios Sociales.
Pero de todos los trabajadores, aquellos pertenecientes al área sanitaria serían los más expuestos, ya que que están constantemente en contacto con el dolor ajeno y la enfermedad, además de tener que enfrentarse a las dificultades de índole organizativas y burocráticas del sistema de salud.
Con respecto a esto, en el 2016, la Asociación Médica Americana realizó un estudio estadístico que reportó que cualquiera de las especialidades evaluadas estaba por debajo del 40% en los índices de burnout, entre muchos casos reportados por distintas encuestas y organizaciones.
Cambios legislativo-sanitarios
La detección y el aumento de los casos de burnout y la relevancia de los síntomas hizo que la ciencia se interesara en estudiar este síndrome, pese a que no era considerado una enfermedad laboral, hecho que cambió en la última asamblea de la OMS celebrada el pasado 25 de mayo, pues resolvió incluir por primera vez el síndrome del burnout en la guía de las enfermedades que se asocian al empleo, quedando inscrito bajo el código QD85.
Este síndrome de burnout, al ser incluido oficialmente en la undécima edición del ICD (International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems o Clasificación Internacional de Enfermedades) que es publicado por la OMS, afirma que este cuadro se incluye como un “síndrome ocupacional“, que se debe únicamente al “estrés crónico en el lugar de trabajo” y que “no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida“.
Los expertos en medicina laboral y salud pública tienen la esperanza de que esta incorporación al ICD legitime este problema emergente que es ampliamente incomprendido y que sirva para impulsar las investigaciones sobre los efectos de este síndrome y ayudar a diseñar programas para ayudar a quienes lo sufren.
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