La «magia» de la psicoterapia es que ofrece la posibilidad de pasar por una misma situación respondiendo de manera diferente
En psicoterapia existen varias escuelas: la psicoanalítica, la Terapia Gestalt, la cognitivo-conductual, la sistémica, la terapia centrada en la persona, la terapia sexual, entre otras.
Independientemente de las diferentes escuelas o corrientes, todas ellas pretenden ser fieles a la psicología dinámica que tiene como objetivo promover el autoconocimiento de las personas, ya que la evitación de éste es el meollo de la psicología, es decir, el lado contrario de la salud.
El terapeuta tiene la condición de experto en la medida que ha recibido un entrenamiento que le ha enseñado a escuchar y estar incondicionalmente para el paciente. Al recoger los datos sobresalientes de su vida, se define a sí mismo como alguien verdaderamente interesado en la esencia humana. Apoyará y acompañará al paciente a mirar en su interior en un marco de respeto.
En las primeras sesiones buscará junto con el paciente los motivos que la llevaron a buscar la ayuda terapéutica y se establecerán las metas y objetivos.
Guiará su atención y sugerirá caminos para entrar en mayor contacto de sí, es para el paciente un testigo Imparcial de su vida emocional y le enseñará a hacer lo mismo.
Tomará la vida del paciente con toda la seriedad y se dirigirá al núcleo de su situación vital y de su experiencia. Su apoyo en el proceso de análisis terapéutico, permitirá que el paciente adquiera un profundo conocimiento de él en su relación con los demás, le apoyará para que sea consciente y ensaye nuevas formas de ser, aquellas formas que le acomoden más, que le den tranquilidad, paz interior, equilibrio emocional, objetividad, crecimiento interno, amor propio, claridad mental, reconocimiento, valoración de sus sensaciones y sus sentimientos, etc.
El paciente se transformará si el trabajo del terapeuta es verdaderamente penetrante, preciso y ético. El alivio del dolor emocional es posible con persistencia, constancia y compromiso.
El final del proceso terapéutico será claro cuando hayan desaparecido los «síntomas emocionales» iniciales o bien los que hayan aparecido en el camino, se haya logrado la reorganización de la personalidad, acorde a los deseos y necesidades del paciente. El logro mayor es el encuentro de la verdadera IDENTIDAD.
El proceso terapéutico es uno, el proceso de la vida es otro. Los aspectos formales de la terapia son «terminables», pero el autoexamen es un proceso de toda la vida y, por tanto interminable.
Una vez que hay crecimiento es imposible retroceder, se han creado ya las herramientas necesarias que permitirán enfrentar las situaciones de una mejor manera por difíciles que estas sean.
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