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Por qué sigue tan estigmatizada la enfermedad mental

Los trastornos por problemas de salud mental no rompen el estigma social

Cerca de la mitad de los trastornos mentales se manifiestan antes de los 14 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Pero no hay que olvidar que, según recuerda esta entidad, todos tenemos posibilidades de tener un trastorno mental. De hecho, según la OMS, 1 de cada 4 personas presenta un trastorno mental a lo largo de la vida. “Aunque pueda haber personas con más predisposición genética que otras a tenerlo, los factores ambientales pueden afectar de forma determinante en la aparición de trastornos mentales, con lo que todos estamos expuestos a ello”, aclara. A su vez, apunta que cerca de 9 millones (15 %) presentan en algún momento de su vida un problema de salud mental como ansiedad o depresión.

En concreto, cita que las causas para que aparezca un trastorno mental suelen ser una combinación de factores genéticos, del entorno social y de las experiencias vividas.

“No tiene nada que ver con debilidad de carácter, ni son culpa de la persona. La mayoría de los problemas de salud mental suelen iniciarse en la adolescencia y juventud, o tras sufrir algún suceso traumático como perder un trabajo, la muerte de un familiar, una separación o un desahucio”, advierte la Organización Mundial de la Salud.

EL PROBLEMA DE LA ESTIGMATIZACIÓN

En este sentido, la OMS lamenta la ignorancia y la estigmatización que rodean a las enfermedades mentales hoy en día, pese a disponer de tratamientos eficaces para su plena recuperación. “Existe la creencia de que no es posible tratar los trastornos mentales, o de que las personas que los padecen son difíciles, poco inteligentes, o incapaces de tomar decisiones”, llama la atención.

Según destaca, esa estigmatización puede dar lugar a malos tratos, rechazo y aislamiento, además de privar a las personas afectadas de atención médica y apoyo. Dentro del sistema de salud, según critica, es muy frecuente que “esas personas reciban tratamiento en instituciones que se parecen más a almacenes humanos, que a lugares para curarse”.

El discurso moderno, o políticamente correcto, que considera a la enfermedad mental como una patología cualquiera, como puede ser por ejemplo una neumonía o una apendicitis, y que por lo tanto no debe generar rechazo social, ni vergüenza alguna manifestarlo. la realidad nos demuestra que “demasiadas veces” prevalece otro discurso, el del prejuicio respecto a la enfermedad mental. “Se mantienen ciertos prejuicios sobre aquellos que las sufren. Estos han mejorado en los últimos años, pero no lo suficiente como para dejar de ser precavidos antes de hacer público que estamos afectos de una enfermedad mental, aunque sea de entidad menor”.

No hay que olvidar que los humanos tendemos a la simplificación, aunque nos esforcemos para entender la complejidad, y busquemos “explicaciones facilonas” sobre la conducta del otro. “Aunque se nos eduque para la cooperación podemos caer en la tentación de utilizar cualquier fragilidad del otro como munición en su contra cuando favorezca nuestros intereses dentro del grupo. Estos pacientes mantienen un sentimiento o convicción de que el estado en el que viven representa un fracaso como individuo, o bien en algunos de los roles de la vida (como madre, como esposo, como profesional, etc.), que el profesional debe buscar en la visita. “Sobrevolando estos sentimientos suele aparecer, también, el sentimiento de culpa. Muchas veces, un cuadro depresivo nos puede dejar fuera del combate social, personal y laboralmente”.

En estos casos se suelen presentar sentimientos de vergüenza y de fracaso durante las fases de recuperación, una situación que se percibe como un estado “indigno”, y que impide a estos pacientes hacer pública su enfermedad.

Ante aquellas disfunciones que afectan a lo más profundo de nuestro ser, no es habitual que el entorno muestre respeto y tolerancia hacia quien lo padece. La dificultad de empatizar con alguien que está sufriendo por algo que se nos escapa. Simplemente nos empecinamos en la búsqueda de una causa, como si de un resfriado se tratara”.

Esta alucinación bloquea el sentido común, de tal manera que se puede llegar a actuar o aconsejar como si el afectado estuviera en tal estado por voluntad propia. “Esta falta de empatía llega a generar sentencias, supuestamente beneficiosas, del calibre tal como ‘de que te quejas si lo tienes todo’. Si en alguna ocasión está a punto de decirlo, intente no culpabilizarlo más de lo que el mismo lo hace.

Se puede ayudar a las personas con enfermedad mental mostrando el respeto por su dolor, y participando en la búsqueda de ayuda profesional.

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