La correcta gestión de las emociones está íntimamente ligada a nuestra felicidad, porque éstas influyen en nuestro pensamiento, nuestra conducta y, evidentemente, en nuestra salud mental.
En las últimas décadas, el concepto de Inteligencia Emocional (IE) se ha hecho muy popular en el ámbito de la psicología, pues su uso se hace cada vez más necesario para poder mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas. La educación en inteligencia emocional es una de las claves para preparar a personas mentalmente fuertes que puedan afrontar las distintas situaciones difíciles o retos que la vida les presenta.
Las personas emocionalmente fuertes tienen una gran capacidad de autoconocimiento, detectan las emociones que están sintiendo y las regulan en función del contexto en el que se encuentran.
Esto es apropiado, porque no siempre es fácil saber distinguir entre los tipos de emociones. Muchas veces, se dan casos de que una misma persona entiende menos lo que está sintiendo que quienes se relacionan con ella en el día a día, porque el simple hecho de vivir esas emociones en carne propia nos puede llevar a interpretarlas de una manera sesgada, falaz.
Afortunadamente, la capacidad de regular y reconocer las emociones es algo que se puede aprender, al menos dentro de unos límites. Y eso implica que somos capaces de limitar el poder que las emociones tóxicas tienen en nosotros. Para ello se requiere práctica y paciencia, pero los frutos se hacen notar en diferentes ámbitos de nuestras vidas, dado que nuestro estado emocional no deja de influir en nosotros en ningún momento.
Tipos de emociones: positivas y tóxicas
Existen distintos tipos de emociones y, por tanto, reconocerlas es clave para que podamos regular nuestro comportamiento. Tomar consciencia de nuestras emociones es el primer paso para mejorar nuestro bienestar, pero también es necesario para interactuar con otras personas de forma efectiva.
Además de otras clasificaciones de las emociones, dependiendo de cómo éstas afectan a la persona pueden ser positivas o negativas (tóxicas). Las positivas, que también son conocidas como saludables, afectan positivamente al bienestar de la personas y son agradables cuando uno las siente. En cambio, las emociones negativas, también conocidas como tóxicas, afectan negativamente a la persona que las siente y son desagradables, por eso tendemos a evitarlas.
Beneficios de la correcta gestión emocional
Por desgracia, esta clasificación de emociones positivas y negativas nos causa mucho sufrimiento, porque podemos quedarnos estancados en esas emociones tóxicas si no las afrontamos y si no las aceptamos.
Debemos tener claro que no hay nada malo en sentir esas emociones desagradables, que pueden ser nada más que una señal de aviso y pueden ayudarnos a crecer. Sin embargo, cuando permanecemos en ellas durante mucho tiempo se convierten en emociones tóxicas y nos causan un enorme sufrimiento.
Como hemos visto, existen distintos tipo de emociones, pero, ¿cuáles son las emociones incapacitantes? ¿qué características presentan las emociones tóxicas?
A continuación puedes encontrar una lista completa con estas emociones negativas.
- Apego dependiente
El apego es el vínculo emocional que construimos con otras personas. Se desarrolla en la infancia, ya con los primeros contactos con la madre. Aunque el apego de por sí no es ni bueno ni malo, existen distintos tipos de apego. El apego seguro es, sin duda, el más saludable. En cambio, el apego dependiente nos causa mucho sufrimiento y no nos deja ser felices. Es un tipo de apego inseguro, en el que la persona tiene una baja autoestima y se deja manipular fácilmente. - Miedo
El miedo es una emoción que se considera negativa pero que realmente es adaptativa y útil. El problema surge cuando el miedo se apodera de nuestra vida, y la baja autoestima y la falta de confianza hacen que le tengamos miedo a todo. El miedo hay que afrontarlo y superarlo porque, de lo contrario, es altamente incapacitante. - Desesperación
Mientras que la paciencia es una de las mejores virtudes que puede poseer el ser humano, la desesperación es todo lo contrario. Más aún cuando domina nuestra vida y no nos deja ser felices. Se basa en buena parte en la rumiación, es decir, una tendencia a pensar todo el rato en aquello que peor nos hace sentir sin poder imaginar o llevar a cabo formas de darle solución al problema. - Celos
Los celos son unas de las peores emociones que podemos sentir, porque no solamente le hacen daño a otra persona, sino que nos lo hacen a nosotros mismos. Los celos nos convierten en personas infelices y nos hacen pasar muy malos ratos al hacer que siempre estemos pensando en ideas que minan nuestra autoestima y que nos hacen adoptar una actitud hostil. - Rencor
El rencor es una de esas emociones que no nos dejan avanzar, especialmente porque se acumula y se queda estancado dentro de nosotros buscando expresarse de alguna manera, generalmente en forma de ira. Las personas rencorosas presentan una serie de características que puedes encontrar pinchando aquí. - Sensación de fracaso
Cuando tenemos expectativas poco realistas o muy altas, podemos caer en el error de sentirnos fracasados constantemente. Es normal que nos sintamos un poco desmotivados, al principio, cuando no conseguimos lo que queremos o cuando las cosas no salen como habíamos planteado. Sin embargo, hay que ver el lado bueno de las cosas, y estos hechos que al principio pueden parecernos negativos, pueden ser oportunidades perfectas para crecer. - Orgullo
Aunque creamos que ser orgullosos nos hace fuertes de cara a los demás, en realidad puede ser un obstáculo para nuestro bienestar y nuestras relaciones interpersonales.
Hace que nos ofendamos fácilmente o que nos enfademos por nada, o incluso que creemos artificialmente conflictos allí donde no debería haberlos. Así que hay que evitar este tipo de comportamiento porque normalmente solo sirve para complicarnos más la vida y alejarnos de una actitud humilde que nos permite aprender.
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